DIDACTICA EN SITUACIONES INTERCULTURALES

2 de diciembre de 2010

LA TAREA DE FORMARSE.

La formación humana se relaciona con el desarrollo de actitudes y valores que impactan en el desarrollo personal y social del individuo. Des esta manera, un sujeto formado desde la dimensión humana, actúa con esquemas de valores coherentes, propositivos y propios. Es un ser que reconoce su papel en la sociedad, en la institución para la que trabaja y en la familia, que comprende la diversidad cultural en la que esta inmerso; es en consecuencia un sujeto en crecimiento: Como lo menciona GILLES (1991) “La formación es un proceso de desarrollo individual tendiente a adquirir o perfeccionar capacidades”. Esto nos quiere decir que los enseñantes cada día deben aportar más y ser capaces de responder, de forma satisfactoria a situaciones cambiantes o inesperadas.
Para la pedagogía y la didáctica la formación del enseñante ocupa el primer lugar, y por ello conseguir profesores con formación adecuada es vital para los sistemas educativos modernos. La formación del profesor comprende cuatro grandes áreas: formación científica, a fin de que los futuros docentes adquieran los conocimientos y destrezas correspondientes a las materias que impartirán; formación pedagógica, que proporciona al profesor la base necesaria para saber enseñar, formación práctica, que aporte destrezas, técnicas y procedimientos para dominar el arte de enseñar, y formación actitudinal, para generar en el educador la conciencia profesional que necesitara para optimizar su actuación. Los profesores, quienes serán los responsables del aprendizaje de sus alumnos, con todo lo que ello implica, son a su vez aprendices de otros profesores, de los que van a recibir las nociones que les van a permitir crear sus propias concepciones respecto de su labor docente y su rol social. Entonces es primordial que se reflexione acerca de sus procesos de formación.

En todos sus niveles la formación del profesor debe incorporarse la reflexión y la crítica, como lo hemos dicho antes, para recuperar la conciencia y el compromiso social. El profesor debe ser capaz de incorporarse a la sociedad, a la interacción con otras personas y a la institucionalidad que las organiza, y como lo menciona (Setùbal, 1996) “convertir a la escuela en primer espacio público del niño, creándole posibilidades de percibir, vivir y actuar, interactuando con las múltiples relaciones que permean toda la sociedad”. En la medida en que el profesor ha aprendido a participar y comprometerse va a tener la capacidad de enseñar a sus alumnos a integrarse a la sociedad y al mundo, de manera que cada quien pueda resguardar su propia individualidad y no hacerse una victima de la enajenación. Pero hay que tener muy en cuenta que esto, que significa una forma de ver al mundo, se aprende de la cultura, de otras personas.
La formación inicial del profesorado no debería ignorar estos nuevos espacios de aprendizaje. La actuación del profesorado no puede pensarse sólo en un aula situada en un espacio físico, entre los muros del aula. Por ello, el rol del profesorado va a ir cambiando notablemente, lo que supone una formación mucho más centrada en el diseño de las situaciones y contextos de aprendizaje, en la mediación y tutorizaciòn, y en las estrategias comunicativas.
El profesor dentro de la institución escolar tiene una cierta libertad para poder introducir mejoras o no modificar su práctica. Sin embargo, aunque pueden ver cómo la escuela tiene que cambiar, cómo necesita mayor formación para afrontar los cambios carecen de capacidad de introducir modificaciones a la vez que la formación depende de su voluntad. Como señala Marcelo (2002). “El aislamiento de los profesores está favorecido evidentemente por la arquitectura escolar, que organiza las escuelas en módulos estándar, así como por la distribución del tiempo y el espacio, y la existencia de normas de independencia y privacidad entre los profesores”. El aislamiento, como norma y cultura profesional tiene ciertas ventajas y algunos evidentes inconvenientes para los profesores ya que aunque facilita la creatividad individual y libera a los profesores de algunas de las dificultades asociadas con el trabajo compartido, también les priva de la estimulación del trabajo por lo compañeros, y se deja de recibir el apoyo necesario para progresar a lo largo de la carrera.
La formación docente entonces no puede ser una mera revisión de fórmulas didácticas o un adiestramiento en disciplinas especificas, tiene que ser el espacio que acoja la inquietud del profesor para trascender, el lugar en donde, mediante la reflexión, pueda aclarar su posición respecto de la problemática educativa, su rol en la dinámica social, su forma de entender el mundo. Debe ser el espacio en donde el profesor pueda hacer conciencia de si mismo, de su labor y del mundo y pueda confirmar su compromiso con sus alumnos y su proceso de aprendizaje.

REFERENCIAS
-GILES, F. (1990): El trayecto de la formación los enseñantes entre la teoría y la práctica. EDITORIAL Paidós, México
-SETÚBAL, C. (1996): Nuevas formas de aprender y enseñar. UNESCO.
-MARCELO, C. (2002): La formación inicial y permanente de los educadores. Madrid Siglo XXI.


                                                                                                             

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